domingo, 14 de noviembre de 2010

Silencio. Susurros. Secretos.

“El resto es mar” – dijo con la mirada perdida, y me sonrió con ojos que me miraron para siempre.
No necesitábamos decir demasiado, era solo mirarnos. Porque aunque nos estuviéramos toda la tarde sin hacer nada me bastaba con saber que estaba a su lado y con sentir su simple presencia. Suficiente. 
Caminamos largo, sin hablar. Como siempre. Buscando desesperadamente un tema de conversación para no aburrirlo con mis estúpidos comentarios sobre la multitud en la calle. Íbamos de la mano. La suya, estaba increíblemente fría, acorde al clima…Y puede que se lo repitiera una y otra vez pero me encantaba su cuerpo. Nuestras piernas, insistían en seguir y las gaviotas, cansadas de luchar contra el viento, nos abandonaban en nuestro camino.
El amor que le tengo me desborda, me ahoga, me inunda, me desbasta. Es tan grande que no me deja vivir ni un solo segundo de mi día sin tener un vago pensamiento sobre él. Yo solo quiero estar a su lado. No importa cómo, ni a que precio. A su lado. Eternamente, sigilosamente, silenciosamente.

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Palabras en el viento